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domingo, marzo 09, 2008



Pude creer cuando la vida abierta
se entregó ante el silencio de la muerte,
y se encerró en sus rosas corrompidas
como una mano aislada de su cuerpo.
Pude encontrar lo que nunca esperaba,
y, al volver del camino, rescatar la esperanza.
Pudo ser una historia sin violentos finales
pero tembló en la sombra el cuchillo del odio.
Yo ya me lo temía.
Algún hilo de cobre
se mezcló en mi cabeza con humores malignos:
Son simples conductores de materias inertes
que llevan en sus filos las cadenas de vida.
Y lo supe desde antes.
Cuando el dolor terrible me corrió por las venas
un espasmo de miedo se electrizó en mis ojos.
Y se helaron los vientos.
Respirar es temible.
Las miradas se arrastran con sonidos de mármol...
Si alguna vez hubo un alma entre estos duros huesos
debió de estar inerte, muerta sin más remedio.
La caricia de un hombre es más fuerte
que el calor asesino de los labios,
y despertó la sangre ante los hilos de la vida
cuando tu voz borró las palabras del miedo.
Ya no puedo ser yo.
Todas mis estructuras se estremecen.
Pero vuelven las flores, los vahídos extraños,
y ese llanto galáctico que sacude tus hombros.
Viene la realidad, mucho más espantosa
que esta locura hueca que sacude mi mente.