El poeta persa OMAR KHEYYAM nació en Naishapur hacia la mitad del siglo XI d.c. y murió a principios del siglo XII. Su obra poética es universalmente conocida con el nombre de rubaiyat, plural de rubâi. El rubâi es una estrofa de cuatro versos de igual metro, que riman el 1º, 2º y 4º, y deja libre el 3º.
Las cuartetas de Kheyyam fueron impresas por primera vez en Calcuta (1836). Años después, se imprimieron en Teherán(1857). En Inglaterra se publicaron en 1859, gracias al poeta irlandés Fitzgerald, que tradujo 100 rubâi. Desde entonces las traducciones a todos los idiomas se han sucedido y las publicaciones también. En España fueron traducidas por primera vez en Barcelona por Vives Pastor, que en 1907 las publicó, curiosamente, en catalán.
En el "Rubaiyat", el poeta persa desarrolla un verdadero tratado filosófico en el que va exponiendo sus ideas sobre el conocimiento: conceptos sobre la vida, sobre los hombres, sobre la rebeldía ante el destino y los dioses...
He aquí unas perlas:
102
Acepta de la vida cuanto te corresponde.
Ven y llena tu copa de este buen vino. Ante
pecados y virtudes, Dios queda indiferente.
Tu parte de placer no la descuides nunca.
103
El incierto mañana nunca nos pertenece.
Goza del hoy. Y bebe a la luz de la luna,
de esa luna que en vano, milenio tras milenio,
nos buscará fielmente para darnos su brillo.
93
¿Te entristece, tal vez, que no te recompensen
cual mereces?. Olvida y no te apenes. Todo
cuanto deba llegarte, escrito está en el libro
de lo eterno, que el viento al azar va hojeando.
72
Nadie pudo abrazar a su amada sin antes
clavarse mil espinas en la carne. Repara
en el peine: tallado hubo de ser cien veces
antes que acariciara el pelo de una mujer.
132
Frecuenté mucho el trato de sabios y de doctos
en mi edad juvenil. Grandemente admiraba
doctrinas y teorías...Pero al dejar sus aulas
estaba más confuso que al penetrar en ellas.
133
También lo mismo que ellos, yo sembré la semilla
de la sabiduría, y me he sacrificado
para que germinase. Coseché estas verdades:
que vine como el viento, que me iré como el agua.
117
¿Sé cuándo vine al mundo y cuándo me iré?. Nadie
puede fijar la fecha de su muerte. Tampoco
la de su nacimiento. Trae vino, jovenzuelo.
Quiero olvidar que nunca sabré nada de nada.
220
La esperanza terrena se desvanece pronto,
como el humo. Si se realiza es parecida
a los copos de nieve que caen en las arenas
del desierto: Fulguran un instante y se funden.