La tarde me aprisiona con su abrazo de plomo,
la sensación de asfixia
comunica a mi piel ondas ardientes.
El aire es un latido que derrite
las líneas de tu cuerpo,
tus dedos silenciosos,
la curva de tus labios,
fugaces, como un beso...
De repente las nubes quieren volverse mares,
se abren negros silencios
en la humedad del cielo.
Llueve.
En mi corazón, las gotas silenciosas
emborronan tu imagen.
Durante unos segundos
todo el mundo parece desplomarse.
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