sábado, enero 23, 2010
VOLAR
VOLAR
El súbito temblor de tu mano en mi pecho
destruye los paréntesis de anteriores esperas.
Y tu voz, que se quiebra en el mínimo aliento,
se reduce a las sombras del instinto encendido.
Vuela tu voz de nieve entre mis ojos tímidos
y se adentra en la ciega mirada de la noche.
El páramo respira con su sangre esteparia
y se escapa la muerte entre tus labios jóvenes.
Duerme la tempestad, la salvaje tristeza
que arranca a dentelladas el sabor de tu carne.
Es la subida lenta, pero creciente incendio
de las llamas que barren la inquietud de los dedos.
El mundo es suficiente si se apoya en tu mano,
si me besa en tu boca la soledad del miedo,
si me deja que el gusto ardiente de tu piel
entre en todos mis poros como una sombra fácil.
La luz es un relámpago de pétalos de fuego,
que vive en tu mirada de quietud expectante.
Dame tu brazo fuerte para extirpar de golpe
todos estos rincones donde mueren mis sueños.
ASOMBRO
miércoles, diciembre 16, 2009
PREGUNTAS
Rubén Martín
domingo, diciembre 21, 2008
Desapariciones

viernes, julio 18, 2008
Amigos

Apenas un minuto de alas tristes
y comienza el milagro de repetir de nuevo.
Las dulces mariposas que acarician mis manos
me traen tu recuerdo.
Está suave la brisa,
la tarde se oscurece en un sopor lejano,
se estremecen mis labios
y mis dedos repasan las ásperas nostalgias.
Pero mi cuerpo vibra,
reclama la caricia que tus ojos le niegan,
aspira a ser inmenso
bajo la tarde inmensa.
Lo que no pudo ser
se marchó de repente,
dejó sus labios fríos callados en mi boca
y ahogó todo el silencio
en mi pecho dormido.
Pero viene la vida
Y, acaso, con el llanto
broten nuevas raíces que germinen en nubes.
domingo, mayo 18, 2008
Otro intento

Y que el viento se arrugue entre las hojas secas.
Llegar llena de luz,
y que toda la noche se entremezcle de auroras.
La voz es tan cobarde que se estremece, hueca,
en la arista del tiempo.
Las palabras se pierden
( nada dejaron dicho sobre el dolor ausente)
y despiertan los hilos de una historia olvidada.
Otra vida, de repente, se asoma
entre los estertores de la mía.
Y sus ojos me buscan en la sombra serena,
y su fulgor me aturde,
y su dolor me llega...
De rodillas, el mundo parece gigantesco.
Y mis manos se elevan para parar los golpes.
domingo, marzo 09, 2008

se entregó ante el silencio de la muerte,
y se encerró en sus rosas corrompidas
como una mano aislada de su cuerpo.
Pude encontrar lo que nunca esperaba,
y, al volver del camino, rescatar la esperanza.
Pudo ser una historia sin violentos finales
pero tembló en la sombra el cuchillo del odio.
Yo ya me lo temía.
Algún hilo de cobre
se mezcló en mi cabeza con humores malignos:
Son simples conductores de materias inertes
que llevan en sus filos las cadenas de vida.
Y lo supe desde antes.
Cuando el dolor terrible me corrió por las venas
un espasmo de miedo se electrizó en mis ojos.
Y se helaron los vientos.
Respirar es temible.
Las miradas se arrastran con sonidos de mármol...
Si alguna vez hubo un alma entre estos duros huesos
debió de estar inerte, muerta sin más remedio.
La caricia de un hombre es más fuerte
que el calor asesino de los labios,
y despertó la sangre ante los hilos de la vida
cuando tu voz borró las palabras del miedo.
Ya no puedo ser yo.
Todas mis estructuras se estremecen.
Pero vuelven las flores, los vahídos extraños,
y ese llanto galáctico que sacude tus hombros.
Viene la realidad, mucho más espantosa
que esta locura hueca que sacude mi mente.
viernes, enero 18, 2008
Todos los sueños del mundo

con su humedad terrible atada hasta las vísceras,
con la ventana abierta al fragor del tormento.
Llueven , en la miseria, los huecos estertores del silencio
y su abrazo cansado me separa del mundo,
me arrastran sus raíces
plomizas y sin tiempo.
Y el puñal de las sombras rasga tus labios tristes.
Porque te vas de pronto, porque desapareces,
porque tu sombra tibia alimenta mi sangre,
quiero entrar en tu cuerpo como un ocaso intenso
y lograr que despiertes los ecos de la tarde.
Duermen tus ojos dulces, con expresión desierta,
y el llanto se sacude su pañuelo de sombras.
Donde llegan tus venas
los pulsos se estremecen.
sábado, diciembre 22, 2007
Palabras de ayer
El poeta persa OMAR KHEYYAM nació en Naishapur hacia la mitad del siglo XI d.c. y murió a principios del siglo XII. Su obra poética es universalmente conocida con el nombre de rubaiyat, plural de rubâi. El rubâi es una estrofa de cuatro versos de igual metro, que riman el 1º, 2º y 4º, y deja libre el 3º.
Las cuartetas de Kheyyam fueron impresas por primera vez en Calcuta (1836). Años después, se imprimieron en Teherán(1857). En Inglaterra se publicaron en 1859, gracias al poeta irlandés Fitzgerald, que tradujo 100 rubâi. Desde entonces las traducciones a todos los idiomas se han sucedido y las publicaciones también. En España fueron traducidas por primera vez en Barcelona por Vives Pastor, que en 1907 las publicó, curiosamente, en catalán.
En el "Rubaiyat", el poeta persa desarrolla un verdadero tratado filosófico en el que va exponiendo sus ideas sobre el conocimiento: conceptos sobre la vida, sobre los hombres, sobre la rebeldía ante el destino y los dioses...
He aquí unas perlas:
102
Acepta de la vida cuanto te corresponde.
Ven y llena tu copa de este buen vino. Ante
pecados y virtudes, Dios queda indiferente.
Tu parte de placer no la descuides nunca.
103
El incierto mañana nunca nos pertenece.
Goza del hoy. Y bebe a la luz de la luna,
de esa luna que en vano, milenio tras milenio,
nos buscará fielmente para darnos su brillo.
93
¿Te entristece, tal vez, que no te recompensen
cual mereces?. Olvida y no te apenes. Todo
cuanto deba llegarte, escrito está en el libro
de lo eterno, que el viento al azar va hojeando.
72
Nadie pudo abrazar a su amada sin antes
clavarse mil espinas en la carne. Repara
en el peine: tallado hubo de ser cien veces
antes que acariciara el pelo de una mujer.
132
Frecuenté mucho el trato de sabios y de doctos
en mi edad juvenil. Grandemente admiraba
doctrinas y teorías...Pero al dejar sus aulas
estaba más confuso que al penetrar en ellas.
133
También lo mismo que ellos, yo sembré la semilla
de la sabiduría, y me he sacrificado
para que germinase. Coseché estas verdades:
que vine como el viento, que me iré como el agua.
117
¿Sé cuándo vine al mundo y cuándo me iré?. Nadie
puede fijar la fecha de su muerte. Tampoco
la de su nacimiento. Trae vino, jovenzuelo.
Quiero olvidar que nunca sabré nada de nada.
220
La esperanza terrena se desvanece pronto,
como el humo. Si se realiza es parecida
a los copos de nieve que caen en las arenas
del desierto: Fulguran un instante y se funden.
lunes, diciembre 10, 2007
Algo muy sencillo

Me gusta estar al borde de los precipios y en el pozo inseguro de Watanabe, aunque nunca oí cantar a ese pájaro que supone la continuidad del mundo.
Busco el hogar modélico de los Lisbon porque en su jardín se respira el frío sudor que precedió a la decapitación de Hiraoka , y huele al horno de Sylvia Plhat y a las aguas tenaces de la Wolf.
Recuerdo el cuarto de Gregorio Samsa como si siempre hubiese estado allí (después de los días de encierro), y comparto la voz de Maiakovski cuando escribe
Yo os digoPERO hoy que es el día de los derechos humanos, me gustaría sentarme, al borde del camino nada más, y terminar de leerme esto.
el más pequeño polvo de vida
es más precioso que todo lo que nosotros podamos escribir.
http://es.wikipedia.org/wiki/Objetivos_de_Desarrollo_del_Milenio
martes, noviembre 06, 2007
Una dirección

Nadie sabe qué hacer
en este cuerpo de sombras que nos arrastra ante las puertas del invierno.
Con unos ojos que duermen entre las nieblas del corazón
salen a buscarte mis manos temblorosas.
Pero tú te alejas en los vapores tibios de la noche.
Y tu desesperanza parece atarte al mundo.
Negra es la noche negra ante el fuego inquietante de las voces.
Las palabras se pierden en laberintos huecos,
llenos de sombra y miedo.
Casi un grito del mar.
Y el pasado se extingue como una llama muerta
ante el cadáver fresco de la ausencia.
Dices que en situaciones cambian hasta los dientes
y los labios reciben la inyección de la vida.
Pero el dolor no aguanta y recibe sus plumas para volar un día.
No sé por qué parece que en una catacumba se sepultan las horas supremas del hastío.
Volver. Llegar de nuevo.
El alma se destruye con un solo soplido.
Ojalá que tus sueños lleven algo del viento entre sus alas grises.
domingo, septiembre 30, 2007
Lo que no se acaba
¿Quién se atreve a mirarse en el espejo de Dorian Gray?. Basil Hallward creyó pagar su deuda con el mundo, que, al fin, sólo era consigo mismo, cuando consiguió apresar la belleza en una tela de apenas dos metros cuadrados. Pronto se daría cuenta que lo único que había hecho era buscarse un recordatorio de todo lo que no había podido conseguir. Él amaba a Dorian y se vio obligado a presenciar su corrupción, su desmoronamiento físico y los tremendos estragos de la desesperación. Sólo la muerte pudo poner un digno final a semejante fanfarronería: el absoluto moría con él y el bellísimo Dorian, al cortar la tela, convirtió su amable rostro en una asquerosa máscara de fealdad increíble. El desgraciado Basil había conseguido libertar a los demonios para que apresuraran su final.
No creo que Wilde pensara crear , a partir de la experiencia de su personaje, un movimiento destruccionista o un clud de asesinos pero literatos, ante todo, literatos y, se me olvidaba un adjetivo que engloba todo lo anterior, sobre todo, pornográficos. Porque Dorian Gray es lo que él dice q ue querría ser ,es demasiado evidente que lo condenan los demás y el escritor se deja arrastrar por ese dar gusto al vulgo, por el aplauso que nos hace doblar la rodilla tantas veces. En Chile, no hay doblegamiento. Por el contrario, se busca a la literatura, y se la encuentra incluso, desde una camaradería que remite al individualismo más profundo. Amigos, que no son amigos, escriben, leen, se marcan metas comunes. Y se unen al arte de la búsqueda de uno mismo.
Espero sinceramente que en esta nueva tentativa del absoluto, alguno de estos escritores no tenga que decir como Wilde a la salida de la prisión: "Tengo miedo de haber renunciado a mí mismo".
miércoles, septiembre 19, 2007
Entre las aguas (II)

II
La soledad del hombre puede ser tan extensa como el mundo, un universo entero que aplasta nuestras vidas. Cuando Luis intuyó esa niebla negra que los estaba envolviendo intentó, más que nunca, aferrarse a la nada, coger con las dos manos los jirones de ausencia que les iban tiñendo el corazón de negro. Quiso a Paula con locura, con inocente pasión, con desenfrenado deseo. Quiso a la mujer como si fuesen los últimos restos de su vida. Y terminó convenciéndose ello. Pero ahora ella quería dejarlo, había dicho algo de que las aguas debían correr libres, de sus hijos y de no hacer daño a los otros.
¿Qué otros?. ¿Acaso Laura iba a sufrir por él?. No, ella tenía bastante con sus amigas, sus amigos esporádicos, sus sesiones de gimnasia y sus tertulias. Hacía mucho tiempo que su mirada lo traspasaba, era transparente para los ojos de Laura. De vez en cuando se entregaban el uno al otro pero cada cual estaba en su madriguera, escondiendo en la noche la voluntad de ser, pensando en otras cosas. El amor y el deseo habían desaparecido con su vida en común, se arrastraban por los túneles de la convivencia social, escondían sus bostezos entre los pliegues de una sonrisa hipócrita. Y él, siempre tan adolescente, volvía a tener sus diecisiete años cuando Paula lo admiraba y se sentía querido e importante.
Caminaba despacio entre las rocas resbaladizas y peligrosas del acantilado. Una vez, la primera vez que trajo a Paula a este trozo de mar, ella se asustó. Le dio vértigo la escarpada espalda de la casa marina. Pero después, cuando ya habían llegado hasta arriba, su risa cristalina resonó por todos los rincones de las piedras antiguas y saladas. Esta tarde, con el ocaso del sol, las rocas relucían cárdenas y silenciosas, con sus bocas milenarias abiertas al abismo. Paula caminaba despacio, silenciosa. De vez en cuando lo miraba y forzaba una sonrisa triste. Quería hablar con él.
- ¿Por qué no paramos aquí?- gritó Paula.
- No, quiero que subamos a la casa- le respondió Luis.
Paula suspiró y siguió subiendo con la cara seria y preocupada. Luis sonreía. Pensaba en la tristeza de Paula, en su callado caminar. Ella, que hablaba y hablaba, se emborrachaba hablando y escuchando. Ella, que nunca callaba, que siempre tenía que buscar explicaciones a todo, ahora evitaba mirarlo y nada le decía.
Las rocas se hacían más escarpadas. Vio cómo Paula fruncía el ceño, sus sandalias se enganchaban en las aristas de piedra y le hacían pequeños cortes. Pero nada decía. Quizá se estaba dando cuenta de que iban por otro camino, un camino nuevo, virgen, sin utilizar desde hace mucho tiempo. Era un camino que llevaba a unos parajes subterráneos, llenos de pozos y oscuridad, que su hermano y él habían explorado de niños. Se ganaron un buen castigo una vez cuando un amigo cayó en un hoyo abierto en la negrura y su padre y los vecinos tuvieron que venir a rescatarlo. Pero ellos siguieron frecuentando el vértigo de lo prohibido, la fascinación del peligro. Cuando se hicieron mayores, a veces, recordaban aquellos tiempos con un escalofrío. Podían haberse matado en una de aquellas excursiones.
Paula miraba hacia delante: Lo buscaba con nerviosismo y cada vez caminaba más despacio. Debía estar cansada e impaciente. No sabía lo que le esperaba. Le había preparado un final para salir de aquel callejón sin salida, como decía ella. Claro que había una puerta abierta, nunca la vida apretaba tanto a una mujer como ella: estaba aburrida la alegre e inconformista Paula. Ahora se aburría de él como antes se había aburrido de César, aunque ese era su marido y ella se sometía a la sociedad y a sus exigencias, aunque pusiera de excusa a sus hijos. Pero Luis no se lo iba a permitir. La soledad de la noche y el rugido del mar acompañarían a Paula hasta el espanto, hasta el último minuto de su vida.
Recordaba exactamente dónde se había caído aquel amigo de la infancia, porque había vuelto muchas veces allí, fascinado ante el pozo profundo de la cueva. Una persona sola jamás podría salir de allí, sacudida por la oscuridad y la cortante humedad de las rocas que emparedaban el hoyo.
- Pero, ¿por dónde vamos?. Se está haciendo de noche.
Luis encendió una linterna y se volvió:
- Vamos hacia la casa. Yo pensaba atajar por este lado pero no sé... creo que no se ahorra nada de tiempo. Dame tu mano.
Paula le tendió una mano fría y temblorosa. Cuando Luis miró hacia delante vio la boca negra de la sima que engullía, temporalmente, las rocas y el cielo en un tenebroso manto de humedad y ruido ensordecedor. El mar golpeaba con fuerza, como si quisiera advertir a Paula que, cansada y dolorida, miraba, casi sin ver, con los ojos espantados y la boca contraída en un mohín de llanto.
- Oye....
- Tranquila, ya casi llegamos.
Luis le habló con dulzura y con inusitada ternura le acarició la mejilla. La noche se extendía con rapidez y las nubes empezaron a soltar su carga de agua a la vez que las lágrimas le resbalaban a Paula por las mejillas. Y eran los dos solos en la soledad de la noche.
III
Es terrible que las cosas que empiezan siendo hermosas siempre tengan un final desagradable. Pero los seres humanos repetimos el ciclo de la vida: nacer, vivir y morir. Así también los sentimientos nacen y mueren. No sabemos si viven o si los mantenemos encendidos con las fuerzas de nuestra pasión. Cuando nos dimos cuenta de que la aventura que Luis y yo teníamos podía traernos más de un disgusto, ninguno dijimos nada, pero sopesamos, estoy segura de que él también, si merecía la pena. Y llegamos a la conclusión de que no. Muchas veces lo hablamos: Estaba bien lo nuestro porque no nos exigía ataduras, no teníamos que fingir. Nos reuníamos cuando queríamos hablar o hacer el amor. Y nos despedíamos, alegres y sinceros hasta el límite.
- Si te apetece, me llamas.
- Lo mismo te digo.
Y las risas subían hasta el cielo. El aire se apuntaba los besos que se daban sin voluntad de ser eternos, sino fugaces. No importaba la voz de la conciencia despertando en la noche. Era lo natural. El camino sin prisa, la quietud de un momento compartido, lejos del aburrimiento de todos los días. Y es que el ser humano tiene que poder elegir estos momentos para apreciar el mundo. Y así nos convencíamos. Soledad sobre soledad, sólo podía conducirnos al camino más solo entre las sombras.
Yo también recuerdo este lugar. Cuando Luis dormía he salido muchas mañanas a desentumecer mis piernas y a descubrir nuevos lugares, ocultos a la mayoría de las gentes. Luis ha vivido aquí pero apenas conoce los alrededores. Yo sí que los conozco. En interminables madrugadas los he hecho míos, los he ido amando poco a poco. Son senderos de nadie, que el mar borra una y otra vez, y después vuelve a restituirlos. Esa cueva es inmensa, llena de agujeros y de trampas. ¿Sabrá Luis por dónde camina?. Veo su mirada feroz y su sonrisa siniestra. De vez en cuando se vuelve y se asegura de que lo sigo. Él también, como César, necesita someter a la gente. Uno planifica mi vida y el otro somete lo que queda: la soledad, la angustia, la rutina. No existe nada por lo que merezca la pena luchar. La desesperación está subiendo los peldaños por mi mente, el ruido del agua se hace ensordecedor.
Luis me tiende la mano: Será mucho más fácil. Me sonríe y leo en su mirada el candor de otros tiempos. Su dedo en mi mejilla está lleno de ternura. Pero llegan las sombras y es demasiado tarde.
Estamos en el pozo, en el agujero profundo que las aguas y el tiempo han ido construyendo poco a poco. Luis se para un instante ante el hoyo sin fondo de la noche. Su grito, de pronto, resuena por encima del rugido del agua. Apenas tengo tiempo de soltar su mano. Todo un mundo se sombras se precipita en el estruendo de la noche.
lunes, agosto 20, 2007
Jorge, 21

Que tus dedos de pluma sueñan con los espejos
que tiene tu mirada.
Que tu sonrisa basta
para dejar que el mundo prosiga con sus ecos.
Sé que tu voz se hunde
hasta el final del mundo ,
donde el dolor no existe.
Y vuelve a renacer como un clamor inmenso
que brota desde el fondo de la tierra.
En ti viven las risas, el amor y la vida.
Por ti vive el dolor,
la soledad y el miedo:
Sin tu verde mirada todo se perdería
en las bocas enormes de la nada.
Sé que no estás tan lejos,
que respiras el aire que respiro,
y que tienes los ojos llenos de atardeceres.
Espero que la vida no llegue a separarnos
con su acero temible,
porque eres necesario como la brisa suave,
como las lluvias grises,
como el tiempo y el sueño...
Porque eres el amigo que siempre he deseado.
lunes, agosto 13, 2007
Entre las aguas (I)

Aquel era un día especialmente frío: la niebla caía con espeluznante precisión sobre el paisaje invernal y ponía vendajes de gasas blancas a nuestros ojos. El sol desparramó unos tristes rayos por aquella cubierta iridiscente y le ofreció su luz. La proximidad de las aguas añadía una nota de dolor a las cárdenas rocas, altas y suaves como manos abiertas. Luis paseaba despacio, se detenía a veces, y volvía a reanudar su caminar cansino e impotente. Me miraba a ratos, como si se despidiese. Empezaba a sentirme culpable.
Y la culpabilidad es algo terrible porque no te deja pensar ni sentir. Yo siempre creí que no había nada más que un poco de comunicación entre los dos; nuestras uniones anteriores estaban cargadas de monótonos y repetitivos paseos por el centro de la vida. Queríamos rescatar algo de aquella juventud, que se nos fue en un soplo, con las brasas de un juego de amor, quisimos andar por el borde del acantilado pero en ningún momento nos prometimos nada, ni nada nos pedimos. Éramos los dos solos. De vez en cuando nos encontrábamos en los umbrales de la desesperanza, cuando las horas nos pesaban como animales muertos, cuando hablábamos solos y nos asomábamos al balcón de los años con la amargura del tiempo perdido, el que no encuentra nadie, el que de nada sirve. Y éramos los dos solos en esos momentos de luz agonizante. Tomábamos nuestras manos como un naúfrago coge una tabla, para salvarnos.
Yo huía de César, de sus cálculos fríos, de su amor quieto y sombrío. Toda mi vida estaba escrita por él, nada escapaba a su control rutinario. Estaba totalmente perdida en las páginas blancas de un cuaderno que nada tendría escrito. Me asustaba pensar en el vacío en el que tanto tiempo había estado dando vueltas. Me buscaba en tus ojos, en tu mirada ardiente, y pensaba que, otra vez, era joven, y mi vida podría salir de las tinieblas de la noche. Yo sola me engañaba. No te encontré en mis sueños, no te encontré en mi vida. Tu corazón estaba tan dormido como el mío, tan muerto y sin sentido . ¿Qué esperábamos de dos soledades que se encuentran?. El resultado no podía ser otro que una soledad mayor, devastadora, de esas que corrompen el alma y minan los cimientos de la tierra. Pronto nos dimos cuenta.
domingo, junio 24, 2007
Gorgonas
Hay que reconocer las balas en el cieno,
y escuchar a la sangre
que murmura en las venas.
Hay que saber bañarse en las tumbas cercanas,
y dejar para siempre el amargo recuerdo
de unos labios ausentes.
Tengo que sumergirme en los charcos de angustia
y salir renovada,
agradeciendo el aire.
Sentir en plena cara los aullidos del miedo,
y encarar a la noche
con un doble silencio:
Uno, por ser metálica, inmune a sus venenos.
Otro, por encontrarme al borde del abismo.
Y saber arrojarme.
Y ahora cuento con eso:
Con toda la impalpable certeza de estar conmigo misma.
viernes, junio 08, 2007
Literatura nueva

La “Psique” nos ofrece una visión antitética, basada en las propias contradicciones de un alma en plena ebullición. El autor relata los cambios, los altibajos, las alegrías y las penas con un lenguaje al más puro estilo gongorino. De una manera inmediata, captamos el uso repetido y violento del hipérbaton, con ciertas fórmulas sintácticas que manifiestan la latinización del lenguaje típica del culteranismo. En todos los poemas, casi sin excepción, podemos observar este recurso literario.
Es importante el uso reiterativo de los contrastes mediante fórmulas sintácticas que comparan, yuxtaponen o simplemente presentan dos términos. A veces no existe la contraposición, sino que se ofrecen dos alternativas de las que una resulta más apropiada según el momento: recordemos “los dos jardines bellos”, uno de las alegrías y otro de las penas, pero los dos hermosos y llenos de flores. La vida y la muerte, los sueños y las desilusiones, el gozo y el martirio, la amistad y la enemistad, el bien y el mal, se dan la mano de una manera totalmente imprescindible. Santana lo resume en estos versos:
Si me dan, porque me dan,
si no dan, porque no quiero.
Y se llega a la paradoja: “Llora por andar gozoso”, la soledad es la confidente del poeta, la grandeza de lo pequeño, como el átomo.
Las palabras cobran especial vida y autonomía mediante las personificaciones a las que las somete el autor, apoyándose, en numerosas ocasiones, en el apóstrofe: “ pobre cerebro!, ¿por qué acero me supones?”, “Qué sabia eres, mi vida”, “corazón grita: ¡Homicida!”, “dame, psique, final suerte” ...
El uso de la redondilla suaviza este tono culto y moralizador, acercándolo al gusto de lo popular y cotidiano. El ritmo se hace liviano merced a los metros cortos y a los paralelismos ensayados. Todo se baja así al nivel del lector y lo hace partícipe de su complicidad. La omisión de determinantes actualizadores incide en esta actuación y a la vuelta de los primeros poemas se hace compañía inevitable e imprescindible.
Los poemas de Santana ofrecen al intelecto un perfume sutil, lleno de los procedimientos habituales: la metáfora es sacudida desde todas sus posibles perspectivas. Y el ambiente se impregna de sus esencias. A los sentidos se les ofrece, en cambio, una música concorde, plena de una armonía mágica y, en algunas ocasiones, sobrenatural.
Lo más hermoso de todo es que, tras la lectura de la “Psique”, encontramos caminos conocidos, sendas iluminadas, ritmos dulces y familiares, colocados a lo lejos, pero extrañamente cercanos. Parece que estemos encontrándonos a nosotros mismos.
Leer a Jorge Santana es, además, una alegría para el corazón. Sus palabras son suaves y dulces, como la amistad que nos une hace tanto tiempo; su ritmo poético llena las venas de nostalgias y sueños; y sus versos cálidos nos traen los aires de su tierra atlántica. Toda una delicia para los cinco sentidos.
Jorge Santana: http://www.jorgesantana.us/Si desean adquirir su libro en linea pueden hacerlo desde Casa Del Libro o desde la editorial www.latierrahoy.com. En Espana lo pueden adquirir en librería.