Tiene tu voz el tinte de la tarde
y una sombra de sueño
se deshace en el hueco de tu brazo.
Con la prisa de un viento sin esquinas
se desdibuja el mar entre tus manos,
y se derrama, inmenso,
como una nube negra y destructora.
Crecen todos mis días
con la boca entreabierta de deseo,
con los labios que tiemblan
en la llegada densa de tu cuerpo.
La voluntad no existe,
el minuto se pierde
en la ventana abierta de tus dedos.
Imagino tus ojos,
tus dedos susurrantes,
y ese violento abrazo
que rompe mis recuerdos.
Quiero besar tus labios.
Y volver a este mundo donde tú ya no existes.