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sábado, diciembre 22, 2007

Palabras de ayer


El poeta persa OMAR KHEYYAM nació en Naishapur hacia la mitad del siglo XI d.c. y murió a principios del siglo XII. Su obra poética es universalmente conocida con el nombre de rubaiyat, plural de rubâi. El rubâi es una estrofa de cuatro versos de igual metro, que riman el 1º, 2º y 4º, y deja libre el 3º.

Las cuartetas de Kheyyam fueron impresas por primera vez en Calcuta (1836). Años después, se imprimieron en Teherán(1857). En Inglaterra se publicaron en 1859, gracias al poeta irlandés Fitzgerald, que tradujo 100 rubâi. Desde entonces las traducciones a todos los idiomas se han sucedido y las publicaciones también. En España fueron traducidas por primera vez en Barcelona por Vives Pastor, que en 1907 las publicó, curiosamente, en catalán.

En el "Rubaiyat", el poeta persa desarrolla un verdadero tratado filosófico en el que va exponiendo sus ideas sobre el conocimiento: conceptos sobre la vida, sobre los hombres, sobre la rebeldía ante el destino y los dioses...

He aquí unas perlas:

102

Acepta de la vida cuanto te corresponde.

Ven y llena tu copa de este buen vino. Ante

pecados y virtudes, Dios queda indiferente.

Tu parte de placer no la descuides nunca.

103

El incierto mañana nunca nos pertenece.

Goza del hoy. Y bebe a la luz de la luna,

de esa luna que en vano, milenio tras milenio,

nos buscará fielmente para darnos su brillo.

93

¿Te entristece, tal vez, que no te recompensen

cual mereces?. Olvida y no te apenes. Todo

cuanto deba llegarte, escrito está en el libro

de lo eterno, que el viento al azar va hojeando.

72

Nadie pudo abrazar a su amada sin antes

clavarse mil espinas en la carne. Repara

en el peine: tallado hubo de ser cien veces

antes que acariciara el pelo de una mujer.

132

Frecuenté mucho el trato de sabios y de doctos

en mi edad juvenil. Grandemente admiraba

doctrinas y teorías...Pero al dejar sus aulas

estaba más confuso que al penetrar en ellas.

133

También lo mismo que ellos, yo sembré la semilla

de la sabiduría, y me he sacrificado

para que germinase. Coseché estas verdades:

que vine como el viento, que me iré como el agua.

117

¿Sé cuándo vine al mundo y cuándo me iré?. Nadie

puede fijar la fecha de su muerte. Tampoco

la de su nacimiento. Trae vino, jovenzuelo.

Quiero olvidar que nunca sabré nada de nada.

220

La esperanza terrena se desvanece pronto,

como el humo. Si se realiza es parecida

a los copos de nieve que caen en las arenas

del desierto: Fulguran un instante y se funden.

lunes, diciembre 10, 2007

Algo muy sencillo




Me gusta hablar, lo reconozco, de las fuerzas que baten en la oscuridad de las celdas de un manicomio situado en un clima benigno y que alberga al poeta más grande de este siglo, rozo sus puertas y, en algunas ocasiones, juego al tenebroso encuentro de las mentes que estallan.
Me gusta estar al borde de los precipios y en el pozo inseguro de Watanabe, aunque nunca oí cantar a ese pájaro que supone la continuidad del mundo.
Busco el hogar modélico de los Lisbon porque en su jardín se respira el frío sudor que precedió a la decapitación de
Hiraoka , y huele al horno de Sylvia Plhat y a las aguas tenaces de la Wolf.
Recuerdo el cuarto de Gregorio Samsa como si siempre hubiese estado allí (después de los días de encierro), y comparto la voz de Maiakovski cuando escribe
Yo os digo
el más pequeño polvo de vida
es más precioso que todo lo que nosotros podamos escribir.
PERO hoy que es el día de los derechos humanos, me gustaría sentarme, al borde del camino nada más, y terminar de leerme esto.

http://es.wikipedia.org/wiki/Objetivos_de_Desarrollo_del_Milenio

martes, noviembre 06, 2007

Una dirección


Nadie sabe qué hacer

en este cuerpo de sombras que nos arrastra ante las puertas del invierno.

Con unos ojos que duermen entre las nieblas del corazón

salen a buscarte mis manos temblorosas.

Pero tú te alejas en los vapores tibios de la noche.

Y tu desesperanza parece atarte al mundo.

Negra es la noche negra ante el fuego inquietante de las voces.

Las palabras se pierden en laberintos huecos,

llenos de sombra y miedo.

Casi un grito del mar.

Y el pasado se extingue como una llama muerta

ante el cadáver fresco de la ausencia.

Dices que en situaciones cambian hasta los dientes

y los labios reciben la inyección de la vida.

Pero el dolor no aguanta y recibe sus plumas para volar un día.

No sé por qué parece que en una catacumba se sepultan las horas supremas del hastío.

Volver. Llegar de nuevo.

El alma se destruye con un solo soplido.

Ojalá que tus sueños lleven algo del viento entre sus alas grises.

domingo, septiembre 30, 2007

Lo que no se acaba

¡CLAP!¡CLAP!¡CLAP!
(Arrojarse o morir)


¿Quién busca, temerario, el silencio absoluto, el amor absoluto, la literatura absoluta?. Algunos hubo en la historia que se arrastraron bajo las sucias arenas de los templos que levantan las voces del "coro de grillos", sin pararse a escuchar, a distinguir una de ellas. Son seres que nacieron como soles, vivieron entre sombras y murieron llorando como mares.
¿Quién se atreve a mirarse en el espejo de Dorian Gray?. Basil Hallward creyó pagar su deuda con el mundo, que, al fin, sólo era consigo mismo, cuando consiguió apresar la belleza en una tela de apenas dos metros cuadrados. Pronto se daría cuenta que lo único que había hecho era buscarse un recordatorio de todo lo que no había podido conseguir. Él amaba a Dorian y se vio obligado a presenciar su corrupción, su desmoronamiento físico y los tremendos estragos de la desesperación. Sólo la muerte pudo poner un digno final a semejante fanfarronería: el absoluto moría con él y el bellísimo Dorian, al cortar la tela, convirtió su amable rostro en una asquerosa máscara de fealdad increíble. El desgraciado Basil había conseguido libertar a los demonios para que apresuraran su final.
No creo que Wilde pensara crear , a partir de la experiencia de su personaje, un movimiento destruccionista o un clud de asesinos pero literatos, ante todo, literatos y, se me olvidaba un adjetivo que engloba todo lo anterior, sobre todo, pornográficos. Porque Dorian Gray es lo que él dice q ue querría ser ,es demasiado evidente que lo condenan los demás y el escritor se deja arrastrar por ese dar gusto al vulgo, por el aplauso que nos hace doblar la rodilla tantas veces. En Chile, no hay doblegamiento. Por el contrario, se busca a la literatura, y se la encuentra incluso, desde una camaradería que remite al individualismo más profundo. Amigos, que no son amigos, escriben, leen, se marcan metas comunes. Y se unen al arte de la búsqueda de uno mismo.
Espero sinceramente que en esta nueva tentativa del absoluto, alguno de estos escritores no tenga que decir como Wilde a la salida de la prisión: "Tengo miedo de haber renunciado a mí mismo".

miércoles, septiembre 19, 2007

Entre las aguas (II)


II

La soledad del hombre puede ser tan extensa como el mundo, un universo entero que aplasta nuestras vidas. Cuando Luis intuyó esa niebla negra que los estaba envolviendo intentó, más que nunca, aferrarse a la nada, coger con las dos manos los jirones de ausencia que les iban tiñendo el corazón de negro. Quiso a Paula con locura, con inocente pasión, con desenfrenado deseo. Quiso a la mujer como si fuesen los últimos restos de su vida. Y terminó convenciéndose ello. Pero ahora ella quería dejarlo, había dicho algo de que las aguas debían correr libres, de sus hijos y de no hacer daño a los otros.

¿Qué otros?. ¿Acaso Laura iba a sufrir por él?. No, ella tenía bastante con sus amigas, sus amigos esporádicos, sus sesiones de gimnasia y sus tertulias. Hacía mucho tiempo que su mirada lo traspasaba, era transparente para los ojos de Laura. De vez en cuando se entregaban el uno al otro pero cada cual estaba en su madriguera, escondiendo en la noche la voluntad de ser, pensando en otras cosas. El amor y el deseo habían desaparecido con su vida en común, se arrastraban por los túneles de la convivencia social, escondían sus bostezos entre los pliegues de una sonrisa hipócrita. Y él, siempre tan adolescente, volvía a tener sus diecisiete años cuando Paula lo admiraba y se sentía querido e importante.

Caminaba despacio entre las rocas resbaladizas y peligrosas del acantilado. Una vez, la primera vez que trajo a Paula a este trozo de mar, ella se asustó. Le dio vértigo la escarpada espalda de la casa marina. Pero después, cuando ya habían llegado hasta arriba, su risa cristalina resonó por todos los rincones de las piedras antiguas y saladas. Esta tarde, con el ocaso del sol, las rocas relucían cárdenas y silenciosas, con sus bocas milenarias abiertas al abismo. Paula caminaba despacio, silenciosa. De vez en cuando lo miraba y forzaba una sonrisa triste. Quería hablar con él.

- ¿Por qué no paramos aquí?- gritó Paula.

- No, quiero que subamos a la casa- le respondió Luis.

Paula suspiró y siguió subiendo con la cara seria y preocupada. Luis sonreía. Pensaba en la tristeza de Paula, en su callado caminar. Ella, que hablaba y hablaba, se emborrachaba hablando y escuchando. Ella, que nunca callaba, que siempre tenía que buscar explicaciones a todo, ahora evitaba mirarlo y nada le decía.

Las rocas se hacían más escarpadas. Vio cómo Paula fruncía el ceño, sus sandalias se enganchaban en las aristas de piedra y le hacían pequeños cortes. Pero nada decía. Quizá se estaba dando cuenta de que iban por otro camino, un camino nuevo, virgen, sin utilizar desde hace mucho tiempo. Era un camino que llevaba a unos parajes subterráneos, llenos de pozos y oscuridad, que su hermano y él habían explorado de niños. Se ganaron un buen castigo una vez cuando un amigo cayó en un hoyo abierto en la negrura y su padre y los vecinos tuvieron que venir a rescatarlo. Pero ellos siguieron frecuentando el vértigo de lo prohibido, la fascinación del peligro. Cuando se hicieron mayores, a veces, recordaban aquellos tiempos con un escalofrío. Podían haberse matado en una de aquellas excursiones.

Paula miraba hacia delante: Lo buscaba con nerviosismo y cada vez caminaba más despacio. Debía estar cansada e impaciente. No sabía lo que le esperaba. Le había preparado un final para salir de aquel callejón sin salida, como decía ella. Claro que había una puerta abierta, nunca la vida apretaba tanto a una mujer como ella: estaba aburrida la alegre e inconformista Paula. Ahora se aburría de él como antes se había aburrido de César, aunque ese era su marido y ella se sometía a la sociedad y a sus exigencias, aunque pusiera de excusa a sus hijos. Pero Luis no se lo iba a permitir. La soledad de la noche y el rugido del mar acompañarían a Paula hasta el espanto, hasta el último minuto de su vida.

Recordaba exactamente dónde se había caído aquel amigo de la infancia, porque había vuelto muchas veces allí, fascinado ante el pozo profundo de la cueva. Una persona sola jamás podría salir de allí, sacudida por la oscuridad y la cortante humedad de las rocas que emparedaban el hoyo.

- Pero, ¿por dónde vamos?. Se está haciendo de noche.

Luis encendió una linterna y se volvió:

- Vamos hacia la casa. Yo pensaba atajar por este lado pero no sé... creo que no se ahorra nada de tiempo. Dame tu mano.

Paula le tendió una mano fría y temblorosa. Cuando Luis miró hacia delante vio la boca negra de la sima que engullía, temporalmente, las rocas y el cielo en un tenebroso manto de humedad y ruido ensordecedor. El mar golpeaba con fuerza, como si quisiera advertir a Paula que, cansada y dolorida, miraba, casi sin ver, con los ojos espantados y la boca contraída en un mohín de llanto.

- Oye....

- Tranquila, ya casi llegamos.

Luis le habló con dulzura y con inusitada ternura le acarició la mejilla. La noche se extendía con rapidez y las nubes empezaron a soltar su carga de agua a la vez que las lágrimas le resbalaban a Paula por las mejillas. Y eran los dos solos en la soledad de la noche.


III

Es terrible que las cosas que empiezan siendo hermosas siempre tengan un final desagradable. Pero los seres humanos repetimos el ciclo de la vida: nacer, vivir y morir. Así también los sentimientos nacen y mueren. No sabemos si viven o si los mantenemos encendidos con las fuerzas de nuestra pasión. Cuando nos dimos cuenta de que la aventura que Luis y yo teníamos podía traernos más de un disgusto, ninguno dijimos nada, pero sopesamos, estoy segura de que él también, si merecía la pena. Y llegamos a la conclusión de que no. Muchas veces lo hablamos: Estaba bien lo nuestro porque no nos exigía ataduras, no teníamos que fingir. Nos reuníamos cuando queríamos hablar o hacer el amor. Y nos despedíamos, alegres y sinceros hasta el límite.

- Si te apetece, me llamas.

- Lo mismo te digo.

Y las risas subían hasta el cielo. El aire se apuntaba los besos que se daban sin voluntad de ser eternos, sino fugaces. No importaba la voz de la conciencia despertando en la noche. Era lo natural. El camino sin prisa, la quietud de un momento compartido, lejos del aburrimiento de todos los días. Y es que el ser humano tiene que poder elegir estos momentos para apreciar el mundo. Y así nos convencíamos. Soledad sobre soledad, sólo podía conducirnos al camino más solo entre las sombras.

Yo también recuerdo este lugar. Cuando Luis dormía he salido muchas mañanas a desentumecer mis piernas y a descubrir nuevos lugares, ocultos a la mayoría de las gentes. Luis ha vivido aquí pero apenas conoce los alrededores. Yo sí que los conozco. En interminables madrugadas los he hecho míos, los he ido amando poco a poco. Son senderos de nadie, que el mar borra una y otra vez, y después vuelve a restituirlos. Esa cueva es inmensa, llena de agujeros y de trampas. ¿Sabrá Luis por dónde camina?. Veo su mirada feroz y su sonrisa siniestra. De vez en cuando se vuelve y se asegura de que lo sigo. Él también, como César, necesita someter a la gente. Uno planifica mi vida y el otro somete lo que queda: la soledad, la angustia, la rutina. No existe nada por lo que merezca la pena luchar. La desesperación está subiendo los peldaños por mi mente, el ruido del agua se hace ensordecedor.

Luis me tiende la mano: Será mucho más fácil. Me sonríe y leo en su mirada el candor de otros tiempos. Su dedo en mi mejilla está lleno de ternura. Pero llegan las sombras y es demasiado tarde.

Estamos en el pozo, en el agujero profundo que las aguas y el tiempo han ido construyendo poco a poco. Luis se para un instante ante el hoyo sin fondo de la noche. Su grito, de pronto, resuena por encima del rugido del agua. Apenas tengo tiempo de soltar su mano. Todo un mundo se sombras se precipita en el estruendo de la noche.

lunes, agosto 20, 2007

Jorge, 21



Sé que no estás tan lejos.
Que tus dedos de pluma sueñan con los espejos
que tiene tu mirada.
Que tu sonrisa basta
para dejar que el mundo prosiga con sus ecos.
Sé que tu voz se hunde
hasta el final del mundo ,
donde el dolor no existe.
Y vuelve a renacer como un clamor inmenso
que brota desde el fondo de la tierra.
En ti viven las risas, el amor y la vida.
Por ti vive el dolor,
la soledad y el miedo:
Sin tu verde mirada todo se perdería
en las bocas enormes de la nada.
Sé que no estás tan lejos,
que respiras el aire que respiro,
y que tienes los ojos llenos de atardeceres.
Espero que la vida no llegue a separarnos
con su acero temible,
porque eres necesario como la brisa suave,
como las lluvias grises,
como el tiempo y el sueño...
Porque eres el amigo que siempre he deseado.



JORGE, felices días. Vive la presencia con la fuerza que tienes dentro y deja que la vida germine a tu alrededor. Siempre .

lunes, agosto 13, 2007

Entre las aguas (I)












El mar nunca me gustó. Con sus abrazos fríos y sus rítmicos jadeos, siempre dejó en mí una sensación de desasosiego y de miedo. Siempre me incomodaron su silencio y sus golpeteos continuos. Pero íbamos allí, no sé por qué extrañas circunstancias, repetíamos la visita una y otra vez, fascinados ante la inmensidad gris de la muerte que se extendía a nuestros pies. Los seres humanos insistimos hasta el cansancio en todas las acciones de nuestra vida. Luis tenía que saber que yo no quería ir allí: tenía muchos recuerdos y me resultaría más doloroso decirle que teníamos que dejar de vernos. La experiencia, vital y necesaria, de nuestros encuentros clandestinos estaba en el límite de lo razonable: César pronto se enteraría por alguno de sus amigos y no era hombre de andarse con juegos. Yo tampoco quería prolongar lo que nunca debió ser nada más que un pasatiempo. Y luego estaba lo más importante: los niños. Si César sospechaba algo, se iría con ellos y eso sería más de lo que estaba dispuesta a soportar.

Aquel era un día especialmente frío: la niebla caía con espeluznante precisión sobre el paisaje invernal y ponía vendajes de gasas blancas a nuestros ojos. El sol desparramó unos tristes rayos por aquella cubierta iridiscente y le ofreció su luz. La proximidad de las aguas añadía una nota de dolor a las cárdenas rocas, altas y suaves como manos abiertas. Luis paseaba despacio, se detenía a veces, y volvía a reanudar su caminar cansino e impotente. Me miraba a ratos, como si se despidiese. Empezaba a sentirme culpable.

Y la culpabilidad es algo terrible porque no te deja pensar ni sentir. Yo siempre creí que no había nada más que un poco de comunicación entre los dos; nuestras uniones anteriores estaban cargadas de monótonos y repetitivos paseos por el centro de la vida. Queríamos rescatar algo de aquella juventud, que se nos fue en un soplo, con las brasas de un juego de amor, quisimos andar por el borde del acantilado pero en ningún momento nos prometimos nada, ni nada nos pedimos. Éramos los dos solos. De vez en cuando nos encontrábamos en los umbrales de la desesperanza, cuando las horas nos pesaban como animales muertos, cuando hablábamos solos y nos asomábamos al balcón de los años con la amargura del tiempo perdido, el que no encuentra nadie, el que de nada sirve. Y éramos los dos solos en esos momentos de luz agonizante. Tomábamos nuestras manos como un naúfrago coge una tabla, para salvarnos.

Yo huía de César, de sus cálculos fríos, de su amor quieto y sombrío. Toda mi vida estaba escrita por él, nada escapaba a su control rutinario. Estaba totalmente perdida en las páginas blancas de un cuaderno que nada tendría escrito. Me asustaba pensar en el vacío en el que tanto tiempo había estado dando vueltas. Me buscaba en tus ojos, en tu mirada ardiente, y pensaba que, otra vez, era joven, y mi vida podría salir de las tinieblas de la noche. Yo sola me engañaba. No te encontré en mis sueños, no te encontré en mi vida. Tu corazón estaba tan dormido como el mío, tan muerto y sin sentido . ¿Qué esperábamos de dos soledades que se encuentran?. El resultado no podía ser otro que una soledad mayor, devastadora, de esas que corrompen el alma y minan los cimientos de la tierra. Pronto nos dimos cuenta.

domingo, junio 24, 2007

Gorgonas


Hay que reconocer las balas en el cieno,

y escuchar a la sangre

que murmura en las venas.

Hay que saber bañarse en las tumbas cercanas,

y dejar para siempre el amargo recuerdo

de unos labios ausentes.

Tengo que sumergirme en los charcos de angustia

y salir renovada,

agradeciendo el aire.

Sentir en plena cara los aullidos del miedo,

y encarar a la noche

con un doble silencio:

Uno, por ser metálica, inmune a sus venenos.

Otro, por encontrarme al borde del abismo.

Y saber arrojarme.

Y ahora cuento con eso:

Con toda la impalpable certeza de estar conmigo misma.

viernes, junio 08, 2007

Literatura nueva

El joven poeta Jorge Santana es un hombre del barroco, con el vitalismo propio del renacimiento pero con la retórica difícil y estudiada del siglo XVII español. Pero también es un hombre de su tiempo, y si nos deja ver la amargura y el desencanto, también deja traslucir la carcajada del que se ríe de su sombra.

La “Psique” nos ofrece una visión antitética, basada en las propias contradicciones de un alma en plena ebullición. El autor relata los cambios, los altibajos, las alegrías y las penas con un lenguaje al más puro estilo gongorino. De una manera inmediata, captamos el uso repetido y violento del hipérbaton, con ciertas fórmulas sintácticas que manifiestan la latinización del lenguaje típica del culteranismo. En todos los poemas, casi sin excepción, podemos observar este recurso literario.
Es importante el uso reiterativo de los contrastes mediante fórmulas sintácticas que comparan, yuxtaponen o simplemente presentan dos términos. A veces no existe la contraposición, sino que se ofrecen dos alternativas de las que una resulta más apropiada según el momento: recordemos “los dos jardines bellos”, uno de las alegrías y otro de las penas, pero los dos hermosos y llenos de flores. La vida y la muerte, los sueños y las desilusiones, el gozo y el martirio, la amistad y la enemistad, el bien y el mal, se dan la mano de una manera totalmente imprescindible. Santana lo resume en estos versos:

Si me dan, porque me dan,

si no dan, porque no quiero.

Y se llega a la paradoja: “Llora por andar gozoso”, la soledad es la confidente del poeta, la grandeza de lo pequeño, como el átomo.

Las palabras cobran especial vida y autonomía mediante las personificaciones a las que las somete el autor, apoyándose, en numerosas ocasiones, en el apóstrofe: “ pobre cerebro!, ¿por qué acero me supones?”, “Qué sabia eres, mi vida”, “corazón grita: ¡Homicida!”, “dame, psique, final suerte” ...

El uso de la redondilla suaviza este tono culto y moralizador, acercándolo al gusto de lo popular y cotidiano. El ritmo se hace liviano merced a los metros cortos y a los paralelismos ensayados. Todo se baja así al nivel del lector y lo hace partícipe de su complicidad. La omisión de determinantes actualizadores incide en esta actuación y a la vuelta de los primeros poemas se hace compañía inevitable e imprescindible.

Los poemas de Santana ofrecen al intelecto un perfume sutil, lleno de los procedimientos habituales: la metáfora es sacudida desde todas sus posibles perspectivas. Y el ambiente se impregna de sus esencias. A los sentidos se les ofrece, en cambio, una música concorde, plena de una armonía mágica y, en algunas ocasiones, sobrenatural.

Lo más hermoso de todo es que, tras la lectura de la “Psique”, encontramos caminos conocidos, sendas iluminadas, ritmos dulces y familiares, colocados a lo lejos, pero extrañamente cercanos. Parece que estemos encontrándonos a nosotros mismos.

Leer a Jorge Santana es, además, una alegría para el corazón. Sus palabras son suaves y dulces, como la amistad que nos une hace tanto tiempo; su ritmo poético llena las venas de nostalgias y sueños; y sus versos cálidos nos traen los aires de su tierra atlántica. Toda una delicia para los cinco sentidos.

Jorge Santana: http://www.jorgesantana.us/

Si desean adquirir su libro en linea pueden hacerlo desde Casa Del Libro o desde la editorial www.latierrahoy.com. En Espana lo pueden adquirir en librería.

lunes, mayo 21, 2007

Cerrar los ojos

Eduardo Gil:
“Existen situaciones en las que cerramos los ojos, claro: muertos, durmiendo, haciendo el amor, rezando. Pero en general son rostros que no se pueden recorrer, observar en sus detalles. Además, las fotos con los ojos cerrados son consideradas malas fotos, las que se tiran, se descartan.”

CERRADOS TEMPORALMENTE

jueves, mayo 03, 2007

Lo que se acaba

¡CLAP!

Es posible que yo no haya entendido nunca nada de paradigmas ni de sesiones hipnóticas a la luz de la vehemencia de las palabras. Probablemente no he buscado (ni encontrado) milagros ni espontáneas explosiones de magia y locura. Tal vez ni siquiera como lectora haya sido capaz de construir un mundo en consonancia con mi propia especificidad.

Pero sé que:

1.- En literatura, como en amor, las simpatías son involuntarias. Y que me he entregado a ellas, más que en el amor, quizás.

2.- Ni siquiera han acertado a herirme porque ni estaba en sus cálculos ni pretendían hacerlo (era poco importante). Pero decía Baudelaire que “un golpe fallido no deja de herir, al menos en el corazón, al rival al que se le destinaba”.

Y todo acaba así. He aquí cómo la experiencia ha asesinado, una vez más, a la teoría.

viernes, abril 27, 2007

Locura


No hay nada que distraiga esta creación obsesionante

que viene con tu nombre,

marcada hasta los huesos por una palabra,

rompiéndose en la luz con una tregua mansa de tinieblas.

Me recreo en los libros y elimino la tarde

con cuatro frases hechas

que repito hasta el delirio.

Es un medio eficaz de renovarme:

Acudir al defecto desmedido para encontrar las metas alcanzadas.

Están fríos tus dedos,

la lluvia de la noche te mojó las mejillas,

y dejó dos surcos de lágrimas muy cerca de tus ojos.

Tus labios son de espuma

y repiten, con una fe demasiado inteligente,

que han de marcharse pronto.

El día se deshace en un sueño superlativo ,

destruye su miseria,

su agotable eternidad,

y brota ante la nada la luz confusa de tus ojos.

Somos dos opiniones, simplemente.

sábado, abril 14, 2007

Un solo enemigo


Ojalá que en la vida
yo también pueda contar con un solo enemigo.
Esa ventana abierta que arroja los momentos fantasmales
en su baúl de sueños aterrados.
Aquella voz perdida por la que suspiré
se perdió entre la noche del olvido.
Las palabras y gritos que te absuelven
de arrastrar cada día una vida repleta de miseria.
La locura, la fuerza incandescente de la razón,
que combate con la muerte
en una batalla incansable y perdida.
Una encendida tempestad lanza rayos y sangre
para pintar los aires.
Ojalá que en la vida

yo también pueda contar con un solo enemigo.

Y que sea yo mismo.

viernes, abril 06, 2007

jueves, marzo 29, 2007

Reconocimiento

(Odiseo se ató al mástil de su embarcación para no sucumbir al canto de las sirenas)


Te reconozco, sí.

Me reconozco en ti.

Y vuelven,

desde el temblor dulcísimo del viento,

los ecos de tu boca.

Regresan las miradas

cómplices en la hierba,

y vuelve la dulzura

que empaña tu sonrisa.

Pero con ellas vienen las esperas interminables,

ese dolor de huida que hace llorar al corazón,

ese cristal mojado de lo que no se entiende.

Con ellas viene el miedo

a perderte otra vez.

domingo, marzo 18, 2007

En las redes

Desde la voz, el cristal
rompe ardiente tu mano desatada.
Sangra la víscera , herida mortal,
en el hueco de la noche.

Tanta pérdida que cae, que se derrama,
hacia el abismo eterno
de una garganta bloqueada,
como fruta madura que el suelo no recoge.
Quiero llegar a la misma esquina
que dobla hasta tu calle,
donde la tempestad se acurruca en tu cuerpo
y pide, sin piedad, la justicia del tiempo.
El aire, ronco, inerte,
se voltea en tus ojos,
crea grises ensueños en la sed de tu boca.
Se te acaba la voz,
el oxígeno, el aire,
mientras te atrapa, fuerte,
el vaivén de mis piernas.
Las redes nos oprimen,
tejen hilos de hierro en el gris oleoso de la tarde.
¡qué infierno desmedido acaricia
los ecos de tu sueño!
En mí la recurrencia no se esfuma, me impregna.
Se hace hueco obsesivo en el peso apurado,
se hace diente y espuma;
a puras dentelladas,
se hace recuerdo y eco.
Golpea, seco y duro,
rebota en mi cabeza con la maldad sibilina de los gritos pasados.
Tu mano desatada se vuelve para atarte,
no es más grande el instante, es decir, se ha perdido,
no ha de volver.
Y nadie, mientras tanto, puede acoger tu boca
en su mundo amañado de ternura.
La araña se desplaza sobre su vientre húmedo,
frías telas la envuelven,
negras sombras la pueblan.
Nada puede ser cálido en sus manos malditas.
Yo no la justifico: me decido a matarla,
envuelvo sus alientos en un jarrón muy frágil,
y, con todas mis fuerzas, la estrello contra el suelo.

jueves, marzo 08, 2007

Allá donde estés...

Jean Baudrillard (Reims, Francia, 20 de junio de 1929París, 6 de marzo de 2007)


Hay un instante frío, y el mundo

se resuelve en ecos formidables.

Se ennegrece la tarde

en el volcán gimiente de los sueños.

La muerte se proyecta

sobre los dientes grises de las sombras.

viernes, febrero 16, 2007

Infierno


Los pasos que seguimos

sobre la esquina rota de la tarde

nos conducen, sin tregua, al placer inmediato.

Surgen células nuevas,

la coraza del cielo es estremecedora,

larga calada sobre el humo del dedo de la noche.

Nueva inquietud de asombro

dividido,

invertido en un espejo plano,

sacude la cárdena violencia del codiciado abrazo .

Nunca fue la arrogancia mi principal adorno.

Y se sucede el mar, el río de los sueños,

las playas de piedras y tristezas,

llenas de mansedumbres resueltas en el llanto.

Vuelven del brazo triste las penas del momento,

despeinadas y hurañas,

casi desvanecidas en su olvido instantáneo,

vuelven junto a tu nombre,

con la extrañeza a flor de piel,

reclamando su instinto del momento.

Te piden, hombre, entero.

Requieren tu mirada.

Tus labios son dos rayas

que sepultan los últimos vestigios de la vida.

Olvidar no es morir,

se entretejen de tiempo las pasiones prohibidas.

Y esperan, simplemente, la luz de tus palabras.

jueves, febrero 08, 2007

El final




Y estrenaron los ángeles su infierno.

Jugaron por sus calles

arrastrando la voz ensangrentada

de la esperanza muerta.

Calentaron las sombras, y el silencio

reventó en las esquinas

como una flor bordada entre las venas.

Y el cielo que medita ante su lengua húmeda

derrama la gramática traducción submarina.

Aquí el cristal esmera

su sensación dudosa

de seducido abismo.

Aquí duelen las sombras

en la quietud del llanto.

Rojos ojos que escapan

al espanto seguro de la boca encendida.

Porque la luz aguanta,

y la voz se estremece ante el canto nocturno,

y el agua llega al cieno en espasmos dichosos.

El ángel besa, solo, su porción de silencio.

martes, enero 30, 2007

Lejos



Tiene tu voz el tinte de la tarde

y una sombra de sueño

se deshace en el hueco de tu brazo.

Con la prisa de un viento sin esquinas

se desdibuja el mar entre tus manos,

y se derrama, inmenso,

como una nube negra y destructora.

Crecen todos mis días

con la boca entreabierta de deseo,

con los labios que tiemblan

en la llegada densa de tu cuerpo.

La voluntad no existe,

el minuto se pierde

en la ventana abierta de tus dedos.

Imagino tus ojos,

tus dedos susurrantes,

y ese violento abrazo

que rompe mis recuerdos.

Quiero besar tus labios.

Y volver a este mundo donde tú ya no existes.